miércoles, 29 de octubre de 2014

Hospital




Me dejaste con el olor en los ojos, picor en la nariz.

Tan fugaz, tan banal, tan incierto como el movimiento de tu muslo.

¿Por qué no otro momento?

¿Suficiente por hoy? ¿Para mañana también?

¿O sólo yo siento que siempre tiene que haber algo más?

¿Será que soy insaciable?  ¿Que soy incondicional a mi pasado?,

Reciente o lejano.

Y es que recuerdo

Esa bocanada inundando tus pupilas,

Tosen  tus rodillas,

Se estremecen mis uñas,

Se me para la axila.

No obstante viene el silencio,

Tu silencio.

Ese que dice:

¡Sí! ¡Estás solo en esto!

El silencio, tan grato en otras ocasiones...

Pero este deja un halo de duda, de impotencia

Viril.

Porque conlleva el no saber

Algo que siempre me molesta,

Como el veneno del mosquito en la arteria.

Pero esta vez voy aprender a superarte

Silencio,

Esta vez te abrazo 

Me quedo sonriente

Sin pensar que detrás de vos viene la muerte

Porque ya te van a romper silencio

O tal vez, espero,

Dejar de disfrutar tu ausencia.













(Y pueda empezar a extrañarte)

domingo, 19 de octubre de 2014

Confesión (la última en formato duo)

Lo único que me gusta de las fiestas, son los regalos. Tamo?

Y dejaste esto escrito a medias y nunca más volviste a escribir conmigo.

Será porque solo te gustan los regalos y no regalar, será por los hechos ocurridos entre este borrador y el presente que me encuentra rellenando la única frase que escribiste.

Era divertido ser tu amigo, la verdad que se extrañan ciertas cosas de nuestra amistad. Creo más que nada porque la melancolía y la nostalgia en mi paladar algunas veces tienen un dejo de dulzura. O será porque pensé que había encontrado a una amiga de verdad, que se parecía a mi en varias cosas, que podía confiarle ciertos deslices de mi vida, que me presentó un gran amor. Tal vez hay algo más, seguramente hay algo más, todos sabemos que hay algo más.

Confesión le pusiste de título... y después de eso una oración que no merece la fuerza que esta palabra da a lo que vendrá. O por lo menos es lo que creo, y soy muy creyente.

¿Querés una buena confesión? Yo tengo una buenísima, que a toda esta historia le pondría un final mucho más dramático del que tuvo. Una que estoy seguro que se intuyó en su momento y de la que probablemente se tuvo tanta certeza de su veracidad que asustó a los conocedores de la misma; porque era hermosa y trágica a la vez, porque convertía a todos los actores en seres viles, terriblemente humanos (con lo que me dijeron que se llaman bajas pasiones a Flor de piel). Porque somos así, porque no lo podemos controlar (aunque si ocultar). Y porque las mentiras muchas veces no son bien camufladas.

En fin, fue divertido, me parece que este blog solo me pertenece a mi.

Un gusto, una disculpa y un beso.

Pensar = Rebolución

 Cerca de la facultad se encuentra el Parque de la Memoria, lugar destinado a ofrecer un recuerdo sobre lo que pasó en Argentina entre el año 76 y el 83. De todas las expresiones artísticas que se encuentran ahí, hay una en particular que siempre me llama muchísimo la atención y no es sólo por su tamaño. Parecería ser una chapa metálica pintada de bordó la cuál esta agujereada, y esos agujeros tienen formas de letras. En la chapa está escrito: Pensar es un hecho revolucionario. La frase de por si me produce escalofríos.

Hace un par de meses, para un trabajo práctico de la facultad, con un compañero de mi grupo de trabajos prácticos tuve que ir a entrevistar a unas personas que casualmente trabajan en este parque.  Al pasar al lado de esta chapa le comenté que me parecía una frase muy buena, él me dijo que no estaba de acuerdo, no recuerdo su argumentación pero sí recuerdo que cuando me preguntó por qué pensaba que esa frase si presenta cierta veracidad yo no supe responder.

 Desde ese momento, cada vez que veo esa chapa me quedo pensando por qué me moviliza la frase que tiene grabada. Hoy creo tener algunos argumentos y preguntas que pueden acercarme a una fundamentación.

 Tal vez a dicha oración le falta ser más explícita en el sentido de qué entiende por pensar, o tal vez deja a juicio del lector sobre qué cree que es pensar y desde ahí poder analizar si puede llevar el adjetivo revolucionario. Por ende el primer planteo sería: ¿Qué es pensar?  Y luego: ¿Todo acto de pensar es revolucionario?

 No voy a recorrer la primera pregunta, simplemente dejar en claro que mi postura rudimentaria sobre el pensamiento es la siguiente: Cualquier relación entre ideas, criterios, opiniones que lleven a una conclusión es pensar. Y esto ocurre naturalmente en el humano. Las acciones que realizamos las elegimos en base a algún o algunos criterios, no se efectúan azarosamente.

 Pero a mi enseñaron que todos lo que mis padres, profesores y gente diversa hicieron por mi es enseñarme a pensar, darme herramientas para que yo pueda pensar. Me gustaría cambiar esta idea por la siguiente: Yo mismo tengo las herramientas para pensar, lo que mis padres, profesores y gente diversa me dieron fueron pautas sobre como pensar o hacia que conclusiones llevar mi pensamiento.

 Y acá es cuando  “Pensar es un hecho revolucionario” si tiene validez. Pensar es un hecho revolucionario cuando pongo mis criterios para tomar decisiones sobre cómo actuar. Pensar es un hecho revolucionario cuando pueda ejercer este acto libremente, sin el encausamiento del otro. Cuando puedo decidir sobre los valores que tomo como correctos o incorrectos, cuando puedo dudar de lo cierto hasta no experimentarlo como tal.

 Pensar es un hecho revolucionario porque la revolución es cambio. No es estatismo, es  un dinamismo constante. Es más, para que haya revolución debe existir el acto de pensar, ya que el no pensar no permite re elaborar los criterios con los cuales se acciona y la revolución es un actuar distinto al que se está establecido.  


(Tiempo después)


 Hoy me encontré con otra frase “La educación da libertad”. Está escrita en un colegio cerca de casa. Esta no me gustó, esta es mentira. Cualquier educación no da libertad, más bien estoy seguro que hay muchas educaciones que encarcelan, secuestran el alma y el libre pensamiento, hasta encadenan las buenas intenciones de las personas.

Tan difícil decidirse y opinar sobre qué es pensar, sobre qué es educar… Y más hoy que soy un intento de educador.

 Lo que sí puedo concluir es que lo que si da libertad es el libre pensamiento, es el poder decidir qué pensar o qué tomar como educación. Escuchar y saber discernir, abstraerse y abstenerse de caer en ideas que por más persuasivas que sean esconden el egoísmo propio de esta época.



¡NO MÁS!    

lunes, 6 de octubre de 2014

Lengua panza lengua panza lengua panza lengua

 Que una me salga, sólo una. ¿Es pedir mucho? Que la sonrisa no me la saque nadie, saber que no solo es sincera sino cierta la sensación de victoria, la posibilidad de no derrota, la profunda algarabía del Flawless Victory como decía unos de mis videojuegos preferidos de la tierna infancia. Que todos los personajes de mi cabeza aplaudan y me palmeen la espalda, que nadie pueda dudar, que nadie pueda negar, que nadie pueda contradecir que el dulce sabor del éxito cae gota a gota para volver a llenar de humedad mi lengua fatigada de tanto jadear desdicha y anhelo de victoria completa. Porque lamió botas de éxito ajenas, porque se llenó de tierra ante cada caída, porque hasta sintió el gusto a mierda de los insultos y bajezas que otros perpetraron y que la dejaron con cicatrices. Grandes, bastante grandes. También con llagas, con hendiduras y con cortes, pero tan seca está (ésta) que ya ni puede sangrar… Pero esas gotas dulces  curarían todas esas heridas, toda esa sequedad. La volverían rozagante, volvería sentir sabores, hasta casi que podría oler como si fuera nariz, tal vez podría ver como mis ojos ven.

 Extraño los sabores, porque los sinsabores la insensibilizaron, tan áspera que la comida pasa sin ser degustada, el vino no llega al paladar y las bebidas más espirituosas no queman. ¿Dónde quedó mi saliva para ayudarme mientras me esquive la dulce gota? ¿Dónde puedo encontrar un manantial que me deje volver a sentir, volver a hablar? Porque con la lengua así solo puedo balbucear, mis palabras no coordinan con mis sentimientos y esto se lo culpo a la sequedad.

 Si, mis palabras no son las que eran, no son las que son. Mi lengua me miente porque se siente seca y me castiga haciéndome decir cosas que no digo. Extraño cuando era mi compañera y no me guardaba rencor. Cuando ella respondía a mi mente y permitía que lo que dijera fuera lo cierto en mi pensamiento, fluyendo como fluía toda la saliva que la humedecía.

¿Y vos?  ¿Vos que tenes la lengua húmeda podes decir lo que pensás? ¿Cómo se siente esa gota dulce que yo anhelo? ¿Cómo se siente saber que si salió bien? ¿Cómo se siente el triunfo? ¿De verdad existe?

 Ahora mi lengua me dice que sí, que cuando ella este húmeda de vuelta, cuando salga de costado porque me concentré o cuando encuentre un algo para saborear voy a volver a creer en el éxito aunque me siga esquivando.




( Lo peor, los éxitos a medias.)





Entonces, cuando vuelvo a sentir el alivio del líquido que ayuda a mi afligida mucosa…  se desvanece! como si un viento del Sahara entrara a pesar que mi boca esté cerrada. Y esto es tan cotidiano que ya me tiene los huevos al plato. Si, si, llegué, GANÉ, no, no, no gané, PERDÍ, estaba ahí, lo tenía, se fue, SE FUE, no puede ser, si recién estaba ganando, por qué, por qué te vas, si me elegiste, ESTABA GANANDO, no te vayas, no te quiero dejar ir, no podes irte, no te tenés que ir, sigo siendo el mismo que recién, por qué cambias de opinión, por qué dudás que me tenés que elegir, de una vez por todas quedate acá y no te vayas!







QUIERO CREER QUE NO EXISTE ESA GOTA, QUE TENGO QUE JUNTAR SALIVA Y HUMEDECERLA YO MISMO, QUE EL ESFUERZO EN GENERARLA ES MI ÚNICA POSIBILIDAD DE ÉXITO, QUE  MI SALIVA ES LO SUFICIENTEMENTE DULCE PARA NO TENER QUE CREER QUE EXISTE OTRO FLUÍDO MÁS DULCE, MÁS EMBRIAGADOR, MÁS LÍQUIDO. EL ÉXITO ESTA EN MI PROPIA SALIVA.

Estoy perdido

 Estoy perdido, voy por la vida en contramano. Pero, a diferencia de Andrés Calamaro, no hago esta declaración desde el triunfo, si no desde la derrota. Cientos de miles de ejemplos de vida me demuestran que yo fracasé, que mis intentos siempre fueron fallidos, que mis decisiones fueron todas erróneas. Ninguna meta fue conseguida, no hay logro en mi desdicha. 

Y esto del destino es una falacia de mi angustiada mente, puesto que si el destino quiso acercárseme, y ser mi fiel compañero, yo no habría podido echarlo. ¿Quién en su sano juicio esquivaría el buen augurio del destino? ¿Quién es el insolente que ante todas las beneficiosas oportunidades que la tan mentada suerte pone a sus pies es capaz de darle la espalda?  Yo no creo que pueda existir semejante ciego para no poder aunque sea olfatear todos estos llamados a cumplir lo que debe ser.

 Y aquí es cuando esta idea del destino empieza a hacer estragos en mis siguientes pensamientos, aquí es cuando los si hubiera empiezan a perder el sentido. Se me ocurre un ejemplo maravilloso para debatir (el lector sabrá que el debate será interno, pues el medio que nos atañe no permite una discusión que podría ser más que suculenta, sean libres de comentar). Resulta que un sábado con unos leves rayos de sol, quien les escribe y su entonces novia fueron a pasear por el Parque Rivadavia. Luego de recorrerlo se sentaron en las mesas que hay cerca de la feria a jugar al ajedrez. En medio de la partida un señor mayor se sienta a mirar la partida. Al terminar la partida le pregunto al señor si quiere jugar un partido, el señor acepta gustoso. Era la primera vez que iba a jugar contra un desconocido y sabiendo que el diablo sabe más por viejo que por diablo temí que la partida se resolviera en 4 movimientos.

Los dos salimos al ataque, el medio del tablero era una pared casi infranqueable de peones, alfiles y caballos. Me empieza a acorralar ya que su movimiento de peones estaba muy bien sincronizado y yo flaqueé al concentrarme mucho en los caballos y la reina, con lo cual su muro no solo se hacía cada vez más grueso si no que ponía en peligro varias fichas de valor de mi color. Dos movimientos más y,  turno de mover del señor. Este mira el tablero y me sorprende: ¿Hacemos tablas pibe?.          - Anonadado inquiero ¿Por qué me ofreces las tablas?. El señor ríe y me dice: Mira pibe, vos recién tuviste oportunidad de comerme la reina sin perder ninguna ficha. Ahora yo te gano fácil, así que me parece que lo mejor es que hagamos tablas.

 Le pido que me muestre como era la jugada y me la enseña. Tenía razón, tuve una chance de comer la reina, desarticular su ataque y tenerlo a mi merced. De lo que no estoy de acuerdo es en que después me ganaba fácil, no niego que el señor me podría haber ganado pero no tengo posibilidad de saber si yo hubiera tenido otra chance y la hubiera aprovechado, o el señor hubiera dejado pasar una oportunidad tan buena como la que tuve yo.

 De lo único con lo que puedo especular es por qué el señor, estando seguro que en un par de movimientos me ganaba, no siguió la partida hasta ganarme. Una  posibilidad (de muchas) que se me ocurrió es que se aburrió de jugar conmigo al ver la partida tan sencilla de resolver. O tal vez, al saber que la partida en realidad era/fue mía, prefirió el honor de marcar un empate respetándome como rival.

 Igual parecería obvio el desenlace que hubiera tenido la partida sabiendo que el señor tiene más años jugando al ajedrez que yo. Plus, comentó haber leído libros sobre el juego y viniendo de una generación más adepta a estos pasatiempos creo en su mejor pericia en la lectura de una partida.

Ahora, las dudas.


Al no ver la jugada, ¿Se me debe clasificar como un mal jugador, que desaprovechó una oportunidad única e irrepetible?, ¿Era la única chance de tener una posibilidad tan clara, en una partida tan cerrada como la que se venía planteando, de ganarla? ¿Realmente esa jugada definía absolutamente el partido? En igualdad de oportunidades, o sea teniendo la experiencia y el conocimiento sobre el juego que posee este señor, ¿Hubiera sido imposible que yo desaprovechara una chance tan clara de ponerme en ventaja en la partida?


Volví, espero que con inspiración