lunes, 13 de febrero de 2012

Los 15 minutos de fama

Mi laburo acarrea un problemón, soportar los quince minutos de fama de ciertos personajes. Muchas veces, en ciertos eventos se coloca a gente a "animar" y a llevar un evento adelante, presentando y notificando las distintas actividades que sucederán. Pues bien, la gran mayoría de dichos personajes creen ver que ese es su momento para despegar de sus vidas mundanas, de su rutina proletaria o clase medista. Que luego de dicho evento, al desplegar todo su carisma y potencial, los laureles del éxito y la fama mediática chabacana le pedirán que preste sus servicios de ahí en más por grandes cantidades de dinero. Entonces, creen ser fundamentales, hasta más importantes que las actividades y/o artistas a presentarse. Se preparan física y mentalmente para cada día a actuar, y pretenden ser ovacionados.
¿Y qué tiene esto que ver conmigo? Pues que yo soy el nexo entre este señor/a y el público, que hablará de él en la semana, que gracias al boca en boca llegará a la cima, conseguirá siempre trabajos delante de un micrófono, con luces encandilando sus ojos, y la sensación que miles se alegran al escucharlo.
¿Y por qué me molesta esto? ¿Por qué no solo reír ante tal burda demostración de falta de talento como humorista, como líder para mantener a una multitud (ya sean cientos o miles) pendiente de qué dirá?
Porque este personaje reclama mi colaboración, yo tengo el poder de dejarlo sin micrófono o sin música cuando el la pide, y todo al alcance de un botón o de un descuido. Por lo que se genera una relación bastante particular de amor odio. Amor, porque debemos trabajar juntos, porque él me necesita. Odio porque ya estoy podrido de que todos me den ordenes y no entiendan que se hacer mi laburo porque que hago caso omiso, siempre diplomático, a la cantidad de pedidos y recomendaciones de ignorantes en mi área de trabajo sobre lo que tengo que hacer. Que ellos simplemente hagan su trabajo de presentar a las actividades y los artistas, y como mucho, arengar un poco al público, nada más, ¿Es demasiado pedir? Parece que si porque en ese afán de fama es cuando el nerviosismo, el querer ser lo que uno no es, juegan en contra. Todo por conseguir un poquito así de reconocimiento público.
Ayer, cuando estaba pensando esto en un bondi a las 4 de la mañana mientras cruzaba media Capital y los dos primeros cordones del conurbano pensaba en detallar más las actitudes de estas personas, pero decidí, para no ser burdo como ellos, que era preferible un mero pantallazo y que los lectores liberen su imaginación a darles forma.